Para la mayoría de nosotras, las mujeres, existe la regla sobreentendida de que una de la misiones de nuestra vida es encontrar y capturar a nuestro “caballero andante de la lustrosa armadura”, ser diligentes y deliberadas en esta tarea y, una vez alcanzado el éxito, comprar una casa con una reja de madera blanca, tener una familia y, desde luego, “vivir felices por siempre”, según el ideal antiguamente conocido.
En mi eterna búsqueda para encontrar al Señor Bueno, tardé años de pruebas y equivocaciones para darme llegar a descubrir que también hay mucho que decir acerca del Señor Malo.
Por si acaso, el señor Malo no es alguien que ya tenga pareja, en ese caso sería el Señor Estúpido.
El Señor Malo no es alguien que esté tras los barrotes de una prisión o viviendo con ese estilo de vida que podría indicar que algún día sí lo estará, pues ése sería el Señor Lárgate de Mi Casa.
Pero no todos los Señores Malos están equivocados o hacen mal. En la búsqueda por la pareja para toda la vida, no pases por alto a los hombres que pueden darte apoyo moral, tiempo de calidad, diversión y risas, así como experiencias de vida invaluables. A hombres como ésos los llamo Señor Perfecto para este Momento.
Uno de mis Señores Malos era guapo, medía 1.90, inteligente, afectuoso, articulado, humorista y emocionante. Nos conocimos en el trabajo y saltaba a la vista que no era buen material para casarse. Yo lo sabía. Fue clasificado como Señor Malo para fines matrimoniales porque éramos opuestos en extremo y estábamos en etapas diferentes en la vida. Yo soy tímida, seria y ambiciosa por naturaleza. Él es de esas personas que se dan a la gente, espontáneo, que se echa las cosas a la espalda y que no toma en serio casi nada. Yo soy católica y él no tiene religión. A mí me gusta Barry Manilow y Johnny Mathis, y a él le gusta el rap y la disco. No hay que dejar de mencionar la diferencia de edades. Pero cuando nos juntamos, él se convirtió en el Señor Perfecto para este Momento, y no pudimos pasarla mejor. Me enseñó a vivir aquí y ahora, a planificar menos, a experimentar más y a encontrar algo de qué reírse cada día. Yo le enseñé la importancia de ser honesto y compasivo, y la belleza de los placeres simples, como puede ser una tranquila noche en casa.
Hace años no habría perdido mi tiempo con un hombre tan diferente a mí. En ese entonces, me encontraba en una misión, consumida con una lista mental de lo que diría o haría el Señor Bueno, para clasificarlo como “el apropiado”. Cada candidato potencial era sujeto a escrutinio de acuerdo con estos estándares, y aquellos que fallaban la primera prueba eran rechazados al comienzo del juego. Pero eso fue ayer.
Ahora sé que si somos alumnos receptivos, la vida nos enseña lecciones muy valiosas cuando se trata de asuntos del corazón. De naturaleza romántica incurable, ya no estoy en busca del Señor Bueno, ¡aunque no he perdido la esperanza de que exista y de que algún día venga a buscarme! Hasta ese día, he descubierto la alegría temporal y siempre dulce que surge al experimentar algunos viajes de la vida junto al Señor Malo.
Jennifer Brown Banks
(Sacado de “Chocolate para el corazón de la mujer”)